jueves, 26 de febrero de 2009

Granito de sal

Queridos blogespectadores, hoy os vamos a presentar una de las maravillas naturales más impresionantes del mundo, que es el Salar de Uyuni.

Hemos hecho un tour de cuatro días que nos ha llevado a conocer tan preciado espectáculo paisajístico. Nuestros acompañantes, o mejor dicho, guía y cocinera eran Richard y Eli respectivamente y la compañera de viaje durante los dos primeros días y primera noche era la donostiarra Edurne.

Emprendimos el viaje el pasado viernes, con la primera estación (y nunca mejor dicho) en un cementerio de trenes cerca de Uyuni, donde se encuentran dormidas las locomotoras más antiguas de Bolivia.

Pero no era este el motivo de nuestro viaje y pronto partimos hacia el Salar. La impresión que este te provoca es que te encuentras circulando por encima de un mar blanco pero, cuando lo pisas y andas por él, la sensación es todavía más espectacular y lo único que falta en ese mar es el agua. Incluso finaliza la extensión de sal en forma de playa cuando alcanza la tierra.

El proceso de creación de esta extensión de 12.000 km2 de sal se remonta a unos 40.000 años atrás, cuando el mar que inundaba toda esta zona se desecó por evaporación y dejó debajo suyo un depósito salino de unos 120 metros de profundidad! Casi nada.















Los pueblos de alrededor de éste, sobretodo Colchani, viven del trabajo con esa sal, ya sea extrayéndola para comercializarla como alimento o haciendo ladrillos para la construcción. Sí sí, habéis leído bien, y es que la primera noche dormimos en un hotel hecho de sal! Se encontraba en la falda de un precioso volcán apagado llamado Tunupa y al otro lado se extendía el Salar hasta el horizonte. Richard nos guió y Eli nos acompañó por un camino hasta un mirador a medio camino entre la playa y la cima del volcán que se encontraba a unos 4.500 metros de altura (el salar está a unos 3.600 y el volcán Tunupa mide 5.400). Como podéis observar en la fotografía, la diversidad de colores y la majestuosidad de éste por una parte, y el salar con sus espejismos por otra, hacen del lugar un orgasmo paisajístico inigualable.

Dentro del Salar, podemos encontrar hasta 36 islas, de las cuales visitamos una, la isla de Inca Huasi. Toda la isla está recubierta de corales fosilizados que envuelven, a su vez, las rocas que antes estaban bajo el mar. Entre estas se elevan infinidad de cardones, machos los que tienen un solo tronco y hembras los que tienen brazos, entre los cuales había de milenarios! Uno de los milenarios murió en diciembre del 2007 con unos 1.200 años de edad!!!

El segundo día cambiamos de compañeros de viaje y despedimos a Edurne, que seguía su viaje en dirección a nuestro próximo destino, Potosí, y se montaron en el 4x4 Paul (holandés) y Verónica (chilena y goooooool!!!). Con ellos nos dirigimos a San Juan, donde pasamos la segunda noche. Allí pudimos disfrutar un ratillo con la gente del pueblo y su celebración del carnaval. Se lo pasan en grande tocando una especie de flautas y tambores los hombres (y bebiendo, claro está) y bailando y cantando las mujeres. Lo pasamos realmente bien hasta que se montaron todos al autobús que les llevaba a un pueblo vecino donde festejaban, todos juntos, el carnaval y volvían todos, los del pueblo vecino también, al día siguiente y sin dormir para seguir con la fiesta, esta vez en San Juan.

El tercer día nos levantamos pronto para que el mal estado de las carreteras, debido a las lluvias, no fueran un inconveniente a nuestro viaje, pero nos salió el tiro por la culata ya que el coche tenía una rueda pinchada. Así que la marcha se emprendió justo a la misma hora que lo hacían el resto de 4x4 que llevan a los turistas (como nosotros) a visitar la zona.

La mañana entera la pasamos en el vehículo en dirección al volcán Ollagüe, que todavía hecha humo, viéndolo desde una extensión de rocas cubiertas parcialmente por su lava.

Seguidamente empezaba el recital de lagunas espectaculares, situadas a las faldas de volcanes y montañas, de poca profundidad y llenas de flamencos. La primera que vimos fue la Cañapa, donde comimos uno de los deliciosos manjares de Eli. En todas las lagunas que vimos había gran cantidad de bórax, un mineral de la región que utilizan en Chile para hacer detergentes, según Richard.

Las siguientes lagunas eran la Hedionda, nombre heredado de su fragancia (ironia) a azufre, la Chiarkota y la Honda.

A continuación llegamos a una formación rocosa realmente particular, ya que se trata de rocas recubiertas de lava y que el viento ha erosionada de forma curiosa. Es famosa de esta formación una roca en particular, se trata del Árbol de Piedra, que no es un fósil, sino una roca que el viento ha dotado con una forma de árbol.

Finalmente llegamos a la laguna estrella de la región, que no es otra que la laguna Colorada, ya que si le da el sol y/o el viento es roja, y si no es una laguna normal. Este fenómeno se debe a un tipo de microorganismo (o a una alga según otras versiones), que cuando le da el sol o el viento mueve las olas de una determinada manera hacen que el color del agua se tiña.

Por un lado de la laguna ingresamos a la Reserva Natural de Fauna Andina Eduardo Avaroa y a unos 5 minutos de allí nos alojamos. Aquella noche a las 8:30 nos echábamos en la cama, ya que al día siguiente nos levantamos a las 4:30!

Esta hora intempestiva se debía a la visita a los Gueisers justo al amanecer, una decisión digna del mismo Salomón, ya que el espectáculo fue fantástico. Nuestra siguiente parada fue a las 7 de la mañana para bañarnos en una piscina. La temperatura exacta no la sabemos, pero debía ser negativa debido al hielo que cubría los charcos y laguna que nos rodeaban, pero nuestra piscina tenía truco y es que, de forma natural, el agua se encontraba a 36 grados. No sabemos si conocéis una sensación tan extraña, la de bañarte al aire libre a más de 4.000 metros y rodeados de montañas nevadas y charcos helados… sin palabras.

Después de esto visitamos la laguna Verde, que se volvía de ese color con el viento provocando el movimiento de las partículas de cobre que contenía. Pero no soplaba nada de viento...

Nos dirigimos seguidamente a la frontera de Chile, desde donde se pueden observar montañas argentinas, chilenas y bolivianas. Allí nos despedimos de Paul y Verónica que se dirigían a Santiago de Chile para iniciar una nueva etapa de sus vidas.

Llevábamos unas 6 horas de trote, no eran ni las 11 de la mañana y nos esperaban unas 8 horas de coche hasta volver a Uyuni!

Las paradas del camino de vuelta fueron la laguna Blanca; el desierto Salvador Dalí (extensión llana de tierra árida de un color que recuerda a su pintura de los relojes y adornada con grandes rocas separadas entre sí y que fueron lanzadas por un volcán); otra vez la laguna Colorada luciendo un rojo vivo digno de su nombre, hasta parar a comer a Villa Mar (Mar??)

Después poca cosa más, a parte de que el cansancio acumulado nos impedía poder disfrutar al 100% de lo que la naturaleza nos ofrecía. Visitamos el Valle de Rocas, una formación similar a la del Árbol de Piedra. Luego paramos en San Cristóbal, donde se encuentra una explotación de minas de plata, estaño y zinc a cargo de la empresa Tierra S.A., que está obsequiando a los lugareños, trabajadores todos de la mina, con un cambio climático a micro escala tirando petardos de ioduro de plata para que no llueva y evite el trabajo continuo en la planta. Dónde pueden llegar los escrúpulos del capitalismo… Y a Uyuni a descansar (y a ducharnos!).

Finalmente os agradecemos el esfuerzo por llegar al final del artículo y aprovechamos para saludar de forma especial a César y a Lionel y al resto de rosarinos que sabemos de buena tinta que siguen fiel y religiosamente nuestro viaje.

martes, 24 de febrero de 2009

Oasis en un mundo caótico

Hace ya más de una semana nuestros pasos se encaminaron, de forma improvisada, a la población de Iruya. Un autobús de los años cincuenta nos hizo viajar por una angosta y elevada carretera de ripio hasta Iruya, a 2.780 m.s.n.m., aunque la carretera pasaba por un punto a 4.000 m.s.n.m. En algunos puntos del trayecto era mejor no mirar por la ventana, cerrar los ojos y pensar en un campo verde y llano... Todo hay que decirlo, el conductor era un crack: una naturalidad en el volante, un buen humor ante las situaciones difíciles, canela... Y llegamos a este pueblo enmedio de los altos cerros y del verde más intenso. Fue un cambio radical de colores. Partíamos de los colores cálidos y claros de la Quebrada de Humahuaca, para encontrarnos con el marrón del agua lodosa de los ríos de las altas montañas y el verde oscuro de los pequeños arbustos que las poblaban. Iruya se abría ante nosotros con reservas, pues el cielo encapotado se convirtió en una lluvia intensa que nos mantuvo letárgicos durante la tarde. Sus gentes se han abierto rápidamente al turista, sin embargo siguen mirándolo con recelo. Además todos éramos iguales: chavales jóvenes, con ganas de descubrir lugares diferentes, recónditos... y con las mismas pintas! Un poco más despejados y con un cielo benevolente nos encaminamos a la plaza del pueblo donde celebraban un festival de coplas. Las coplas, en este caso, son un cante en lengua quechua muy antiguo y austero de gran variedad tonal, transmisoras de una nostálgia y profundidad que nos sorprendió.

Las incógnitas sobre el tiempo que iba a hacer al dia siguiente mantuvieron el vilo de nuestra excursión a San Isidro, uno de los grandes reclamos para los turistas que viajan a Iruya, al tratarse de un lugar curioso, misterioso, enmedio de un panorama espléndido. Un pueblo en el que no llega la electricidad, sin camino transitable que lo una con Iruya y enmedio de enormes y profundos valles.

Y sí, el día nos saludó con unos lindos rayos de sol que se colaban por nuestra ventana rota, una maravilla! Nos abrigamos, nos calzamos y respiramos hondo antes de emprender nuestra aventura. En el punto de información turística nos habían recomendado hacer la ruta con un guía que nos ayudase a salvar los peligros del camino. Sin embargo, todas las personas que nos habían hablado de este lugar nos recomendaron ir solos. Así lo hicimos y salvamos el primer peligro del viaje: un riachuelo de barro de metro y medio de ancho. Si no hubiese sido por la impetuosa señora que andaba transportando quatro burros cargados, hubiesemos cruzado casi impolutos. Pero su ansias y el poco respeto que demostró tenernos nos empujó a hundir nuestras piernas hasta las rodillas en el barro. El primer reto estaba cumplido y un magnifico charco nos dejó otra vez limpios para seguir el camino. Una pequeña y agradable caminata de media hora que rodeaba uno de los cerros que se alzaban sobre Iruya nos llevó hasta la orilla del río que llega a los pies de San Isidro. La mayor parte del camino trancurre por esta gran playa del río, por lo que había que cruzarlo varias veces. En esta zona los ríos han dibujado grandes anchos en el fondo de los valles, viajando a trechos por un lado o por otro, o quizás desdoblándose en diferentes cursos. Os podéis imaginar como nuestro gran conocimiento de la zona hizo que cruzáramos muchas veces el río. Y no era tarea fácil ya que las lluvias del día anterior habían crecido un poco el río. Así que buscando los lugares más tranquilos para cruzar, dándonos de las manos, mojándonos hasta la cintura y compartiendo los sudores y las risas con Javier, Guido y Ramón conseguimos llegar al camino que se subía por un cerro cercano a San Isidro. Tierra firme! Y aunque el camino fuera pura cuesta y tuvieramos que cruzar alguna vez algun riachuelo despistado, ese tramo se agradeció. Ahí ya disfrutábamos del paisaje de grandes cerros de un verde profundo, moteado de miles de flores amarillas y coronado por altos picos nevados. El agradable sol de la mañana le daba a todo un aire alegre que nos recuperó el aliento y el ánimo, mientras empezábamos a ver en el horizonte San Isidro. Y así, subiendo y bajando pequeños y estrechos valles llegamos al último, sobre el qual se elevaba el precipicio sobre el que descansa San Isidro. Y en ese nos esperaba el peor cruce del río, ya que bajaba especialmente fuerte y ancho. Pero la cooperación siempre nos lleva a un buen final. Y nuestras manos se unieron con las de una familia que vivía al otro lado del valle y conseguimos pasar todos.

San Isidro nos recibió callado y dormido. La hora de la comida dejó las calles desiertas y nuestro estómago vacío hizo golpear todas las puertas donde había algun cartel dirigido al turismo. Una amable lugareña nos preparó las mejores empanadas que hemos provado en Argentina, caprice des dieux! Ahí ya despedimos a los dos compañeros de fatigas, Guido y Ramón, que se dirigían al pueblo de San Juan, a unas tres horas de camino más (si leéis estas líneas podéis veros desde el otro lado del valle, cuando subíais la interminable cuesta hacia San Juan!) Y en San Isidro nos relajámos paseando por su calle, subiendo al mirador y admirando el immenso e increible paisaje que se extiende ante este pintoresco lugar. Tomando un mate tranquilamente nos sorprendió la inesperada visita de Maxi, nuestro amigo cordobés que conocimos en Humahuaca y que nos había deleitado con una mezcla de música armenia y árabe junto a Juan. Un placer compartir esos momentos con él. Y así, dando vueltas, se hizo de noche y la oscuridad se posó sobre nuestras cabezas. Se hace raro tener que andar a tientas por la calle, con una vela por la casa, irse a dormir a las diez como muy tarde. A pesar de lo bucólico que pueda tener para los turistas el hecho de encontrarse enmedio del aislamiento, de la forma de vida que podían llevar nuestros antepasados, de la tranquilidad más absoluta, los lugareños estan esperando con ilusión el día que les llegará la electricidad. Todo está preparadísimo para ese día: los postes recorriendo todo el cerro, los interruptores y cables instalados, las bombillas enroscadas. Todo preparado para el día de la gran celebración, de la incredulidad de sus ojos. Algunos turistas se van con una idea un poco rara en la cabeza, como si sus habitantes no quisieran que la luz llegue, como si no quisieran renunciar a una vida más rudimentaria. Y está claro que son conscientes de los cambios que dará el pueblo, y más con la presencia cada vez mayor de turistas, pero también quieren las ventajas: no lavar siempre a mano, estar comunicados de manera más rápida con el exterior, subir el agua con facilidad, etc. Igualmente el camino será igual de complicado, habrá que llevar las mercancías en burro o a caballo por el río, pero las cosas cambiarán, seguramente lo harán. Sin embargo, siempre nos quedará esa imagen de San Isidro, pintada de un romanticismo idílico.
La vuelta a Iruya fue mucho más ligera y no cruzamos tantas veces el río debido a nuestro ya gran conocimiento de la zona! Tse! En Iruya agarramos nuestro último colectivo argentino, bastante más rudimentario, que nos llevaría a La Quiaca, el pueblo donde hay la frontera con Bolivia. Hace ahora una semana que estamos en este país. Ya ha pasado un mes y medio de nuestra partida y Argentina ya es un lindo recuerdo, lleno de amigos, sensaciones, lugares y emociones.

Y la próxima, una de las estrellas del viaje, el Salar de Uyuni!!

viernes, 13 de febrero de 2009

Emociones: paisajes y amigos

Continuando la ruta de los Valles Calchaquíes visitamos las ruinas de Quilmes, uno de los restos arqueológicos más importantes del país, y uno de los asentamientos prehispánicos más grandes, donde un guía majísimo nos ayudó a comprender como vivía aquella antigua población y cómo la colonización hispánica acabó con la cultura y forma de vivir originaria. Pero, aún así, estos pueblos resisten, se organizan y siguen defendiendo su modo de vida y su cultura. Hoy son pocos los descendientes que quedan del poblado de Quilmes, pues fueron llevados a pie hasta Buenos Aires y la mayor parte murió durante el trayecto. Aún resisten aquellos descendientes de los que se quedaron en el poblado sirviendo a los conquistadores.
Siguiendo la ruta 40 llegamos a Cafayate, el pueblo más turístico y conocido de los Valles, ya en la província de Salta. Este pueblo nos retuvo tan sólo un día, no pudimos conocerlo mucho, ni siquiera el famoso helado de vino. En fin, seguimos nuestro camino por nuestra querida ruta 40, una de las más peculiares del país, pues lo cruza de norte a sur sobre una antigua traza incaica. De repente, doblamos una esquina y descubrimos un paisage sorprendente. La Quebrada de las Flechas adornaba el primer tramo de viaje, una formación rocosa muy curiosa por sus formas y su aridez. Después el camino pasaba por el fondo del valle, pintado de un verde intenso, hasta subir a Cachi, un pueblito lindo rodeado de montaña, donde pasamos la noche. Al día siguiente completamos el recorrido de los Valles Calchaquíes, que concluyó en Salta, la capital de la provincia. Los cardones nos dieron los buenos días, ya que el primer tramo cruza el Parque Nacional de los Cardones, por lo que os podéis imaginar que estaba lleno de estos grandes cactus. La recta de Tin Tin (no sabemos si alude al famoso personaje de comic!), de 19 km., nos transportó al otro lado del valle, donde la carretera empezaba a subir hasta la Piedra del Molino, a 3.348 metros. En ese punto empezaba la Cuesta del Obispo, una bajada de 1.200 metros de desnivel, que trasncurría por una verde y impresionante ladera.
Nos ha encantado Salta! Estamos todos de acuerdo en que ha sido la ciudad más agradable y acogedora que hemos visitado. Aquí volvimos a ver a compañeros de viaje como Jean, un valiente, que esta haciendo la misma ruta que nosotros pero en bici, y a Liliana, que se separó unos dias pero que volvimos a encontrarnos para un fuerte abrazo de despedida. Y con éstas llegamos a Tilcara, donde casi sin querer acabamos en Casa de Nati, el sitio más barato que hemos estado, unos dos euros y medio. Ha sido un lugar con un encanto especial, tanto por Nati, nuestra anfitriona entrañable, que se emocionaba cuando le regalamos una libreta (con una pintura a acuarela de Rosa versionando la casa de Nati, que a todos encantó), o por la alegre despedida con baile incluido, como por todos los inquilinos de la casa, con los que compartíamos mesa, mantel, risas, conversaciones, música y mucho cariño. Los protagonistas son Hernán, Carina, Sofía y Manuel, cuatro personajes que saben ser felices y que saben transmitirlo, ha sido todo un placer conocerlos y por supuesto los esperamos por nuestras tierras!! En Tilcara, como en todo la zona, paisajes que como le decíamos a Nati en nuestra dedicatoria nos hacen sentirnos más cerca de las nubes, la luna y las estrellas (casi 3.000 metros jejeje), y los colores más emocionantes. Especialmente bella es la "paleta del pintor" en Maimará o el "Cerro de los Siete Colores" en Purmamarca.

Y casi sin ganas de irnos por lo bien que estamos, llegamos a Humahuaca, ya cerca de Bolivia, un pueblo lindísimo, tiene hasta las calles empedradas! Algo extraño por estos lares. Aquí conocimos a Maxi y Juan, dos músicos que tocan instrumenos armenios y árabes respectivamente y que nos invitaron a su casa a comer, donde les deleitamos con una sopa de verduras con alimentos estrellas: remolacha y las hojas de la zanahoria (invento que hemos copiado de Sofía). Tenéis que probarlo, sale una sopa to´ guachi de color rojo. Por la noche fuimos a un bar donde nos quedamos encantados con la actuacion teatral que vimos, divertida, dramática y tríste al mismo tiempo, ¡genial! Y Jesús, que se quedó un ratito más quiere recordar los cantes folklóricos de Pilar, una porteña que lo dejo lokito, lokito cuando le cantó "las cosas del querer"!


Lugares mágicos, de fuerzas espirales que nos transforman, eso decía Pilar.

lunes, 2 de febrero de 2009

Inmensidad

Hemos hecho un 3.000!!! (en coche..). Estamos hablando de un punto de la carretera que une Tafí del Valle con Amaicha llamado "El infiernillo". Como habréis deducido, estamos en la província de Tucumán, a la cual llegamos después de pasar por La Rioja, una pequeña ciudad, capital de la província con su mismo nombre. Por lo visto se trata de una província de gran valor paisagístico, aunque nosotros no pudimos visitar más que la capital, cosa que fue una lástima.
San Miguel de Tucumán es la ciudad más importante del Noroeste Argentino, donde se encuentra, además, la Casa de la Independéncia (nos cansamos de buscarla en la ciudad de La Rioja... bravo por Rosa que es muy buena guia!). Esta casa, que fue recostruida según la forma original, reunió a los firmantes de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica el 9 de julio de 1816, es decir, donde se declaró la independencia de Argentina. En Tucumán, recordando la experiencia en La Rioja, alquilamos un coche (un Wolsvagen GOL, no Golf!!) por una semana, para poder recorrer a nuestro aire los Valles Cachaquíes, que se extienden desde la provincia de Catamarca hasta la de Salta. Esto si que es un lujo, no depender de los horarios de los colectivos!!!!
Aquí empezó la que hasta ahora, ha sido la parte del viaje que nos ha gustado más a nivel de entorno natural. Salimos de la llanura tucumana para encontrarnos, de repente, en medio de una selva subtropical. Una carretera angosta y estrecha que subía al lado del rio Sosa. Un poco más arriba el paisaje cambió completamente, convirtiéndose en un escenario más bien alpino: llanuras bien anchas rodeadas de grandes montañas con lomas completamente peladas de vegetación y poco rocosas con forma de muela. En El Mollar visitamos el parque de los menhires, una explanada con unos cinquenta menhires de distintos puntos del valle hechos por los calchaquíes, los antiguos habitantes de esta zona. Tafí del Valle es el pueblo más importante de los Valles dentro de la província de Tucumán, además de un promocionado destino turístico. Desde Tafí hicimos casi un 3000 (este a pie) aunque partiamos de los 2000 metros... desde la cima de "El Pelado" pudimos contemplar la immensidad del valle, que nos sorprende por la sensación de amplitud, a pesar de estar enmedio de grandes montañas. A partir de este punto hemos sumado una nueva compañera de expedición, la porteña Liliana. La llegada a Amaicha fue acompañada de otro cambio de paisaje, en este caso completamente seco y árido, lleno de cardones (cactus de grandes dimensiones que florece a los 40 años!). Este pueblo se enorgullece de tener el mejor clima del mundo: en verano no pasan de los 25 grados y en invierno no bajan de los 10, además de tener 360 días de sol al año...
Estos últimos días hemos percibido una mayor presencia del pasado indígena de estas tierras. Nos han hablado de los Calchaquíes: los Quilmes, los Amaicha, los Sosa, los Diaguitas, los Tafis... Nos parece que la gente de aquí es más consciente de sus raices y origen. Mantienen algunos de los rituales como la fiesta de la Pacha Mama (madre tierra), en la que se devuelve a la tierra lo que ella nos da, en señal de agradecimiento.