jueves, 18 de junio de 2009

Colorín colorao...

La otra historia empieza con nuestra llegada a Maturín, donde nos esperaba paciente y aburrido Luís Felipe, nuestro contacto del Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Nos llevó a la casita que sería nuestro hogar durante las próximas dos semanas, en las que impartimos el primer taller de Teatro del Oprimido. El segundo taller tuvo lugar en Merecure, una aldea al sur del mismo estado.

Maturín es la capital del estado de Monagas, al este del país, una ciudad de unos 700.000 habitantes. Se trata de un conjunto urbano extensísimo, pues la mayoría de la gente vive en casas de una sola planta por lo que se hace imprescindible el uso del automóvil como medio de transporte. Muchas de estas casas se ubican en urbanizaciones cerradas por muros y verjas, algunas de ellas con seguridad privada en los accesos. Sin embargo, hay muchos barrios de casas bajas con vida en las calles. En realidad, como en muchos otros países. Como podéis ver Maturín no nos cautivó por su encanto morfológico sino por las personas que conocimos y por las cosas que aprendimos.

En el primer taller, en Maturín, se formó un grupo de 12 personas y cinco facilitadores, es decir, nosotros y David, nuestro cámara extremeño con quien compartimos este último mes de viaje. Las edades de los participantes, así como la experiencia en teatro, eran muy diversas. La mayoría de ellos estaban vinculados a los Consejos Comunales en el ámbito de la cultura. Los consejos comunales son el instrumento de decisión y de gestión de las comunidades, unidades territoriales vinculadas a barrios. Desde el primer momento percibimos la motivación y entusiasmo hacia el método de teatro que les proponíamos. De 9 de la mañana a 4 de la tarde trabajamos duro para aprovechar la intensidad del taller al máximo. Durante la primera semana nos centramos en el desarrollo de las capacidades como actores a través de ejercicios y juegos de expresión corporal, de desarrollo sensorial, de improvisación e interpretación. Durante estos primeros días los compañeros fueron conociendo y despertando su propio cuerpo, todos sus sentidos, el cariño y colaboración con el resto de participantes.

En la segunda semana empezamos con el descubrimiento de las propias opresiones vividas y, a partir de ellas, se identificaron los temas que se dramatizarían en la pieza teatral. Se escogieron dos temas: violencia de género y abuso de poder. A partir de entonces se dividió el grupo en dos para trabajar ambos temas. A través de ejercicios se fueron sacando las obras, de cuatro escenas cada una, que planteaban una situación concreta sobre los temas identificados pero sin llegar a un final, cuestión que se dejaba para el público. El resultado se pudo disfrutar el viernes, día de la presentación de las obras, cuando se dio una nueva reflexión sobre las cuestiones y problemas planteados en las piezas teatrales a través de la intervención de diferentes personas del público en el lugar de algún personaje de la obra para intentar dar alguna solución o alternativa. Es muy importante ese momento porque los participantes comprenden de forma aplicada y global el método del teatro del oprimido. Este grupo se mostró muy satisfecho del taller y entusiasmado para seguir trabajando y reproduciendo el método.



Nos quedan sensaciones maravillosas de Maturín no solo por el descubrimiento de todos los compañeros del taller sino también por los buenos momentos vividos en nuestro hogar en compañía de Luís Felipe, Niurkys y Aldrin. Echaremos de menos los conciertos de guitarra, las largas conversaciones en las que las erres se convierten en eles, los repetidos platos de arroz, las arepas, los paseos, las horas muertas en el Complejo Cultural, el váter acolchado de Niurkys... en definitiva, os echaremos de menos!

De ahí nos mudamos a Merecure, a casa de Yaisy, directora operativa del ministerio de la Cultura en Maturín, que veía como los cinco parásitos invadían su dulce hogar. Yaisy vive con Alonso, su esposo, y sus dos hijas: Yaideth y Ayaineth, de ocho y tres años respectivamente. Merecure es una aldea de unas 200 personas, la mayoría niños. Se encuentra en el municipio El Libertador, en el sur del estados de Monagas, en medio de una inmensa llanura pobladas por búfalos y vacas.

Impartíamos el taller muy cerca de la casa y podíamos ir caminando hasta el local. Esta vez el grupo fue más reducido y, por lo general, menos comprometidos en la asistencia. El taller se desarrolló con la misma estructura que el de Maturín pero la variable participación nos obligó a amoldar algunas sesiones y ejercicios. Uno de los cambios más importantes fue que se trabajó con un sólo grupo y una única pieza teatral que planteó una situación de explotación y acoso laboral. A pesar de que en los ensayos la obra estaba menos madura que las del primer taller, el día de la representación salió chévere y más cómico de lo que hubiésemos imaginado. Y eso que el público era difícil, pues la presentación fue en un liceo (instituto) de Temblador con alumnos de entre 15 y 20 años. Cuando era el momento de reír, rieron a carcajadas, pero cuando había que intervenir también lo hicieron y muy bien. El espectáculo resultó todo un éxito.

A parte de Merecure tuvimos la oportunidad de conocer otras cosas: el pueblo de Uracoa y su río, en el que nos bañamos, la comunidad indígena de Los Barrancos de Barrancas, una noche de rumba en Temblador con algunos compañeros del taller, Ciudad Guayana y el río Orinoco, Arquímedes (no el matemático sino el hermano de Luís Felipe) y Gregory...

Nos despedimos de nuestro hogar en Merecure con el recuerdo de las risas y juegos junto de Yaydeth i Ayaineth, de Sebastián y Margarita (los perros de la casa), los buenos desayunos que nos preparaban Yaisy i Alonso, los ratos en la carretera haciendo cola (autostop) para ir a Temblador... Volvimos a Maturín para pasar el fin de semana, que fue de reencuentros y despedidas. Vimos de nuevo a Luis Felipe, Niurkys y Aldrin, además de otros amigos. La despedida fue la de Jesús, que se iba para Caracas el lunes. El cuqui andaluz se fue y es que este viaje ha llegado a su fin. El resto de la expedición solo se tomó unos días de propina pero ya regresó. Hasta aquí llega también este blog en el que hemos volcado experiencias, sensaciones, anécdotas e imágenes y que nos ha llenado de alegrías con vuestras visitas y comentarios, por ello, gracias. Y es que este verano ha terminado, dando paso a otro, el que entendemos como verano tradicional, pero distinto de otras veces. Estamos cerca de nuestras casas como otros veranos, pero no cerca nuestra gente, al menos de toda nuestra gente, que ahora se encuentra repartida entre aquí y allí o, cómo guste, allí y aquí. Da igual, ya no existe la distancia entre nosotros.

domingo, 24 de mayo de 2009

CARAJO!!!

Ya estamos de nuevo aquí! En primer lugar, os lo confirmamos: sí, conseguimos salir de Perú! No os podéis imaginar el júbilo con el que recibimos el maldito pasaporte de Gerard. Lo recogimos de las manos de un entrañable viejito, el honorable señor Rufino, vice-cónsul de Piura, natural de Soria y que emanaba preconstitucionalidad por los poros. Una vez resuelto el problema buro-diplomático que postergó nuestra estadía en Perú corrimos a tomar el primer bus que nos llevase a Ecuador, país que contemplamos a través de la ventana de éste. Nuestro destino directo fue Quito, de la que nos separaban 18 horas de trayecto, con parada de media hora en Guayaquil, la segunda ciudad mas grande del país, para agarrar otro bus.

Quito nos recibía tranquila, nublada, bella. Allí conocimos a Arnau, un chico catalán que está trabajando en Ecuador como periodista a través de una beca de la agencia de noticias EFE y amigo de jusephus, compañero de viaje de este blog. No tuvimos la oportunidad de conocer mucho la ciudad de su mano por nuestra corta estancia en ella, pero fue agradable compartir conversaciones acompañados por el son cubano y la noche quiteña.

El segundo día nos disponíamos a conocer un poco más la ciudad que dicen que es la capital más bella de América latina. Pero no esperábamos que la visita fuera tan peculiar ni que incluyera un tour por la sede de la policía turística ni por el consulado español en Quito. Sí, otra vez fuimos las inocentes y fáciles víctimas de los rateros, que aprovecharon el menor descuido para llevarse la mochila de mano de Jesús, pasaporte incluido, en medio de la oficina de turismo. Ahí empezó nuestra segunda carrera burocrática que demostró que ya éramos gatos viejos en el asunto. La preocupación estaba en que al día siguiente debíamos tomar un avión a Caracas y empezar el taller de teatro el lunes. Pero la buena estrella de Jesús nos acompañó de cerca y, gracias a que la señora cónsul tenía un día estupendo, conseguimos un pasaporte que parece tener más de 40 años pero válido para cruzar fronteras durante tres meses. Otra vez volvimos a experimentar el placer de recibir un pasaporte, gusto que, sin embargo, no os recomendamos.

Volvimos a relajarnos y dejamos que nuestros pasos se perdieran paseando por el empedrado del esplendoroso centro histórico de Quito, de estilo puramente colonial, con enormes plazas adoquinadas y comercios que conservaban el aspecto de antaño. Efectivamente, Quito nos cautivó y la pudimos elevar a la categoría de ciudad más bella que hemos pisado a lo largo del viaje. Pero por el momento queda en nuestras memorias como una belleza misteriosa, desconocida que encontramos en una noche de estrellas y que no volvimos a ver.

Al día siguiente nos plantamos al aeropuerto a las 5:30 de la mañana, pero el avión salía una hora más tarde de lo previsto. Pasamos los controles de inmigraciones sin problemas, cosa que no teníamos clara debido a los jaleos con los pasaportes. Después de 3 horas de vuelo llegamos a Caracas, una ciudad de cemento, con grandes edificios, nudos de carreteras y humo. Allí vimos a Varo, el amigo de Jesús que nos facilitó el contacto con el Ministerio de la Cultura a través de Luis Felipe. El encuentro fue corto, tan sólo dos horas de espera del autobús a Maturín. La casualidad ha hecho que él se marche de Venezuela después de cuatro años justo cuando llegamos nosotros. Finalmente subimos a la nevera con ruedas que se hace llamar autobús, que nos llevaría a Maturín. 30ºC en el exterior, 10º C en el interior, todos tapados con mantas y jerseis, es el único momento del año en el que pueden usarlos. Y en Maturín empieza otra historia...

jueves, 30 de abril de 2009

Espera que esperarás...

Hola amigos, compañeros, socios y simpatizantes, hemos resucitado!
Éste largo silencio se debe al luto que hemos llevado, pues la riñonera de Gerard pasó a otra vida, y a otras manos... Nos dejó junto a muchas de sus pertenencias y a los documentos que le acreditaban como persona "legal". A partir de eso conocimos los penosos procesos de regularización, así como la inoperancia de la policía peruana. En el momento en que escribimos éstas líneas, 20 días después del robo, Gerard sigue siendo un turista irregular y por eso seguimos en Perú prisioneros de la burocracia.

Y qué hemos hecho en este tiempo? Ir a Lima sin visitarla (sólo tenemos una foto!), gastar tropocientos soles en llamadas al consulado (la inmensa mayoría sin respuesta), tomar el sol y hacer nuevos amigos.

Fuimos a Lima por los papeles pero preferimos huir de esta caótica y enorme urbe lo más rápido posible. Buscamos amparo en Trujillo, una ciudad de casas coloniales y coloradas. En ella pudimos conocer la otra cara de cualquier ciudad, un rostro menos favorecido pero igualmente conmovedor. Marta, una amiga de Rosa, había trabajado en la asociación Nuevos Pasos de Trujillo y nos pidió que entregáramos un pequeño regalo a los niños que tiene apadrinados. En la oficina nos recibieron con los brazos abiertos y fuimos invitados a conocer algunos de sus programas. Nos encaminamos al barrio del Porvenir, una de las zonas más pobres de Trujillo. La destartalada furgoneta de la asociación nos transportó de las avenidas comerciales más turísticas a las polvorientas y enlodadas calles del Porvenir. Un modesto edificio albergaba en su interior uno de los comedores organizados por Nuevos Pasos. Mientras los niños llegaban y empezaban a comer, Rocío, la tutora del comedor, nos explicaba el funcionamiento y el día a día. Pasamos un rato maravilloso con los niños y nos encantó acercarnos a realidades con nombre y rostro, que en las otras ciudades no habíamos podido descubrir. Al día siguiente, Oswaldo nos dio una vuelta por los otros programas, como el hogar de acogida para niños, el jardín infantil o el otro comedor. La asociación recibe gran apoyo de cooperantes catalanes, ya que sus directores lo son.

Mientras tanto, Jesús se paseaba por Trujillo y casi sin querer se encontró un personajillo que se negó a decirle como se llamaba, cómo vivía, de dónde venía y a dónde iba. Junto a un artesano colombiano echaron unas risas. Y en éstas el misterioso personaje le contó a Jesús que existía un medico naturista o curandero según lo miremos: don Fernandito. Allí se encaminó en búsqueda de remedios mágicos, más por curiosidad que por interés medico. En la espera se dio cuenta que don Fernandito era conocido internacionalmente y daba conferencias en España sobre medicina folclórica peruana. Le tomó el pulso, le miró los ojos y en tres segundos: "triglicéridos altos, dolores de cabeza, problemas de flora intestinal (había estado con diarrea y medicinas para la flora una semana antes), y mala circulación en las piernas". Menos ésto último en lo demás acertó de pleno. Estaba a punto de partirse los cuernos de risa antes de acabar. Ante esta contundencia Jesús decidió cambiar sus tendencias religiosas y adorar a don Fernandito. Salió de la consulta con varias toneladas de hierbas de la selva y pócimas mágicas, que unidas al tratamiento homeopático del panadero loco conforman casi por completo su dieta alimenticia (es broma mamá, como muy bien y me lo termino todo).

A diez minutos de Trujillo se encuentra la ciudadela de barro llamada Chan Chan. Se trataba de la ciudad más importante de la cultura chimú, pueblo que existió en el litoral peruano entre el 750 y el 1400 d.C. aproximadamente. Éstas ruinas son la ciudad precolombina más grande de América y la mayor hecha de adobe en el mundo. Nos sorprendió lo bien conservados que estaban los relieves y que no supiéramos de la existencia de esta ciudad y cultura.

Buscando la paz y relajación que reclamaban nuestros cuerpos fuimos a Huanchaco, un pueblo costero a 20 minutos de Trujillo y famoso por su ceviche y sus olas. Sin esperarlo encontramos un oasis en forma de hostal, Naylamp. Allí pudimos disfrutar de la compañía de Valerie y Jeremy, dos belgas que conocimos en Humahuaca (Argentina) dos meses atrás, Daniela y Jesco, alemanes, María y Richard, alemana e inglés, y Pancho y Saïda, argentino y catalana. En medio de un entorno mágico con hamacas y jardines compartimos charlas, risas, partidas de ajedrez y dominó, asados y hasta un cumpleaños, el de Jesco. Los días en Huanchaco también fueron nuestro bautizo en el Pacífico tropical.

Pero nuestro viaje, aún sin pasaporte, seguía y el siguiente destino era Chiclayo, un lugar que no conocimos mucho. Lo único interesante que hicimos fue visitar el museo Tumbas Reales de Sipán, que alberga una colección de joyas y valiosos instrumentos que acompañaban a los Señores de la cultura moche en su descanso eterno. Este hallazgo arqueológico es importante porque se salvó de la acción de los "huaqueros", los saqueadores de tumbas. La cultura moche vivió también en la costa norte peruana entre el 280 al 800 d.C. aproximadamente y es apreciada por su ingenio y trabajos artesanales. Mientras tanto, Jesús continuaba en el retiro espiritual en Naylamp con más asados de pescado fresco, robándole leña al dueño para fogatas que duraban hasta que cataba el gallo y perdiendo partidas de ajedrez que duraban menos de 5 minutos con Jeremi pero casi ganándole al dominó en coalición con Valerie.

Nos reencontramos en Máncora donde estaban Pancho y Saïda como pollos broaster.Máncora es un frecuente destino turístico para jóvenes con ganas de marcha y de surf. Lo mejor es que tenemos un palacete para nosotros y que están siendo unos días de sol y playa, cócteles en la noche, puestas de sol e intentos de no comernos todas las olas.








La espera, como podéis ver, ha sido fantástica...

domingo, 12 de abril de 2009

Aventuras solitarias

He decidido perderme unos días sólo, a ver que pasa por mi cabecita jejeje y para ello un argentino muy majo, Matías, me recomienda que me vaya a hacer kilómetros camino de Choquequirao, una ciudad inka perdida en la ceja de la selva a la que sólo es posible acceder despues de caminar 32 kilómetros. Me lo pinta tan lindo y tan místico que no lo dudo y una vez que despido a los niños camino de Huaraz me compro el billete que me lleva hasta Cachora, el pueblo donde comienza mi aventura en solitario.

El primer día, me despierto a las 5 de la mañana para pillar un bus hasta Cachora, busco una tienda de campaña que consigo a buen precio despues de una buena negociación con el tío más soso de tó Perú jejeje, pero dio con un buen negociante!!Lo normal es alquilar un guía y una mula para llevar los trastos, pero yo me encaminé solíto y con el peso a mis espaldas, buscaba emociones fuertes jejeje. Este primer días fueron 19 kilómetros andando, 11 en plano y 8 de bajada. Por el camino me encontré con Manuel, el cocinero de Choquequirao que iba con comida en mulas, lo acompañe un ratito, pero aún siendo cojo llevaba un ritmo muy rápido para mí. Muy curioso que para él, la forma de comparar los precios del Perú y España era a través del precio de "una empujada en el burdel" jejeje. Llegué un poco agotado, pero el sitio era un verdadero oásis de palmeras, césped y la compañía de Uriel, un tipo que regenta una zona de acampada entre dos montañas. Fue la primera noche al aire libre del viaje, la noche acompañaba y las estrellas no me dejaban leer.

El segundo día no sabía lo que me esperaba, así que empecé a andar tranquilamente los dos km de bajada que me separaban del río, una vez cruzado comienza la fiesta jejeje, empezaba una subida que no sabría de cuantos kilómetros era hasta que no llegué arriba. Fue durísima, en total 7 kilometros subiendo sin parar, con unos 10 kilos a mis espaldas y a partir de las 10 de la mañana un calor sofocante. No sé como explicarlo jejeje, mi ritmo de subida cada vez bajaba más y mis paradas de descanso se iban multiplicando, y cuando le preguntaba a los que bajaban (todos sin mochilita) las noticias siempre eran desoladoras: "en cuatro horas estás arriba" y cosas asi, pero realmente era lo que buscaba y aunque las iba lento y buscando mi ritmo, mi ánimo era infranqueable jejeje, pues así después de 5 horas de subida llegué a un pequeño pueblecito de 7 casas, todas de la misma familia. LLegué verdaderamente agotado, incluso vomité jejeje, pero la mami del lugar me preparó una infusión de muña para el estomago y como nuevo.

El tercer día en teoría visitaba el poblado Inka y bajaba pero decidí quedarme todo el día arriba y apreciar bien Choquequirao, además de descansar un poco, pero de eso nada, ir hasta el poblado es hora y media, lo mismo que volver, todo de subidas y bajadas, y visitar el poblado es suibir y bajar también ya que está todo un poco disperso en diferentes montes, pero muy interesante. El camino era ya ceja de selva, lleno de vegetación, realmente maravilloso.Juan Carlos el hijo de la mami de la infusión es guía y andaba por allí con unos suizos y me invitó a visitar juntos la ciudadela, fue muy interesante porque además el chico ha estudiado turismo y sabía muchísimo sobre la cultura de los inkas en la zona, lo más interasante son unas terrazas de cultivo cuyas paredes están apiladas con piedras en forma vertical al estilo Chachapoya de la selva, y que tiene incrustadas unas llamas en piedras blancas, esto es arquitectónicamente lo más importante de la zona, vienen antropólogos a ver esto exclusivamente. Pero con lo que de verdad lo flipamos fue con el vuelo del cóndor, tuvimos la suerte de ver a dós sobrevolarnos a escasos 3 metros de distancia, fue alucinante. Pero como todo no puede ser bonito, por la noche llovió a cántaros y mi tienda se inundó por los pies jejeje, así que tuve que dormir encogidito jejeje, así que decidí no pagarle el dia de más al soso que me alquiló la tienda, es lo que hay por alquilarme una tienda de playa para la montaña!!

El cuarto día comienza el descenso, todo lo que subí tuve que bajarlo, pero bajando disfrutas más del paisaje jejeje, aunque tambien es cansado eh, antes de llegar al oásis de Uriel hice un trato con un arriero, Samuel, el hermano de Juan Carlos (aquí todos eran familia) y me llevó la mochila lo que quedaba de subida y el úlitmo día por solo 10 soles, así que de pronto me sentía libre!! jejeje. A estas alturas el pan que llevaba para comer estaba durito como una piedra y estaba hartito de jamon jork, tomate y queso, pero no había otra forma, pero bueno, iba bien abastecido de fruta y oreos jeje ya que por aquí todo es carísimo al tener que transportarlo en las pobres mulitas, o pagar un tour de unos 200 dólares que vienen con cocinero claro!.
Este día dormimos en una loma desde la que se veía el cruce de las montañas, flipante!! a ver si los suizos me pasan las fotos y ya veréis!!

El quinto día fue el más tranquilo, a las 5 de la mañana ya estábamos en planta dos horas de subida y los 11 kilómetros en plano hasta el pueblo, que una vez liberado de la mochila como digo, fue mantequilla. Y así llegué a Cachora, taxi de una hora a Abancay, dos horas de descanso y un bus de 16 horas que con atasco de Semana SAnta fueron 18 hasta Lima. Y aquí acaba mi aventurilla montañera jejeje, me lo he pasado en grande a pesar de ser muy dura, y ahora la gran ciudad donde nada de especial, eso, una gran ciudad, sólo recomendaros una peli peruana "La teta asustada", un poco dura, pero merece la pena, resulta que los chicos fueron al cine y vieron la misma peli jeje, tamos conectaos!!

Lo último que se me ha pasado por la cabeza es comprarme un títere, (como la loca de Yanina), pa dar jaleillo por la calle a los transeúntes cuando vaya caminando por las grises calles de Madrid el año que viene, pero mira que he dado vueltas por Lima buscándolo, pues todavía no lo tengo, pero llegará.

Y la próxima ya desde la playita todos juntitos!!!

Miles de besos de colores a todos y todas

Jesús

viernes, 10 de abril de 2009

Qualsevol nit pot sortir el sol

Nos separaban 10 horas desde Arequipa a Cusco y es que para nosotros las distancias se miden en tiempo, no en kilómetros. El "ombligo del mundo" para los incas, Cusco, es actualmente una ciudad con importantes restos coloniales construidos encima de las edificaciones incaicas, en un intento de los españoles de dejar en el olvido el gran imperio de Suramérica. Sin embargo, hoy en día esta se promociona como "la ciudad inca" y los mapas turísticos señalan todos los puntos donde aún quedan vestigios de esta cultura precolombina (los españoles no consiguieron borrarlos todos!). Igualmente, Cusco es la ciudad que reúne mayor cantidad de ruinas incaicas a su alrededor.

El primer paseo que dimos por esta histórica ciudad, acompañados por Joan un catalán que lleva unos meses viajando por Argentina y Chile con el que esperamos coincidir en Venezuela, nos dio una sorpresa. La calles adyacentes a la plaza de Armas (nombre que reciben todas las plazas principales del Perú) estaban repletas de bailarines ataviados de todos los colores. Resulta que celebraban algun aniversario del Instituto Nacional de Cultura, que había organizado un festival donde se mostraban todas las expresiones folklóricas del país a través de la danza.

Cusco es una ciudad para dar agradables paseos, conocer algún que otro pintor loquete y darse cuenta que se necesitarían almenos tres semanas para ver toda la ciudad y sus alrededores.

Y algo conocimos de sus alrededores. Una cosa que tiene Cusco, y el Perú en general, es que saben como sacar tajada de los turistas. Para entrar en Machu Pichu hay que pagar un boleto, pero para ver cualquiera de los otros yacimientos hay que pagar otro boleto general, aunque solo quieras ver uno. Así que para poder aprovecharlo, contratamos nuestro segundo tour. Un autobús lleno de turistas nos pasaba a recoger para dar una vuelta por el Valle Sagrado, a lo largo del cual se sitúan los yacimientos más importantes.

La primera parada fue en Pisaq. Aquí os dejamos unas cuantas fotos...


















Las siguientes ruinas fueron las de Ollantaytambo, en el pueblo con el mismo nombre. Las casas actuales están construidas sobre las antiguas edificaciones incas, que conservan los muros inclinados y los marcos de las puertas en forma trapezoidal. Las ruinas fueron las que más nos impresionaron, pues se levantan sobre el pueblo hasta la cima del cerro.





























La tercera parada fue en Chinchero, que es básicamente un pueblo bonito, con calles estrechas y casas de piedra. En lo alto hay una iglesia que está claramente edificada encima de un templo inca. Además, su interior era totalmente ecléctico, y muy cargado, siendo una adaptación de los lugareños de muchos estilos diferentes.















Y al día siguiente iniciamos nuestro periplo hasta el Machu Pichu! La manera rápida de llegar desde Cusco es con el tren, que es demasiado caro para nosotros. Una alternativa muy larga fue ir en colectivo hasta Santa María, cinco horas y mil curvas. El trayecto incluía una parada en un puerto de montaña para que el conductor entrara unos minutos a rezar a la virgen (la de los mareos seguro que no era). Desde Santa María fuimos a Santa Teresa en taxi, un par de horas enmedio de un paisaje subtropical, donde pudimos identificar plantas de café y nos hizo ilusión, qué pasa? Y, finalmente, en Santa Teresa agarramos otro taxi para llegar a la central hidroeléctrica, donde se llega a un cruce con las vías del tren que lleva a Aguas Calientes, el pueblo base para la visita al Machu Pichu. Después de esta paliza de coche, andamos durante dos horas por la vía del tren hasta el pueblo. El paisaje era lindo pero caminar por las piedras y los raíles del tren no es el mejor terreno para hacer una excursión. Aguas Calientes parece Vielha, por el tipo de hoteles, servicios y por el río.

Esa noche nuestro despertador sonó a la 3 y cuarto de la madrugada. Con poca emoción y mucho sueño encima iniciamos la ascensión al Machu Pichu, 500 metros de desnivel por escaleras de piedra mal hechas... Todo esto adornado con una humedad sofocante, sobrenatural, que nos dejó completamente empapados.

Joan, si lees esto, muchas gracias por el consejo de llevarnos una camiseta limpia (o no) en la mochila. Nos emocionamos tanto con el ritmo de subida, que tuvimos que esperar media hora para que abrieran las puertas del yacimiento.

Una vez dentro, corrimos al otro lado del complejo para tener una entrada para subir al Huayna Pichu, la montaña más alta que se ve en las fotos típicas, que supone otra subida de 400 metros de desnivel. Con nuestra entrada en la mano, un guía nos hizo un recorrido por los puntos más importantes del parque: el Templo del Sol, el Templo del Cóndor, el Salón del Trono, el Templo de las Tres Ventanas, el Observatorio Astronómico, etc. A parte de esto, solo aprendimos que los incas eran humanos que no volaban y que tenían dos ojos y que no disparaban rayos. Nuestro guía se explicaba muy bien, era un genio...

A las diez de la mañana, que nos parecían las cuatro, iniciamos la subida al Huayna Pichu, más conocido como Putada Pichu, por unas escaleras resbaladizas imposibles que nos dejaron sin aliento. Sin embargo, valió la pena el esfuerzo. Las vistas del recinto y de los valles eran increíbles. Delante del inmenso panorama pudimos descansar y rehacernos del cansancio acumulado e intentamos captar la energía positiva que dicen que tiene el lugar. Mucho ruido y pocas nueces...

Así que ya hemos visto una de las Maravillas del Mundo, que nos quiten lo bailao! En definitiva, lo más impresionante es que construyeran esa ciudadela en un lugar tan recóndito e inaccesible. Por esa razón no se encontró hasta 1902, así que los españoles no pudieron destruirlo. Sin embargo, no fue hasta 1940 y pico que un americano lo dio a conocer al mundo, después de llevarse todas las riquezas que había. Ahora encuentras una placa en su homenaje nada más pasar por la puerta. Le salió bien el tiro...