lunes, 23 de marzo de 2009

Érase una vez...

…un pequeño y mágico pueblecito situado en Los Yungas, zona amazónica de La Paz, que recibió a cuatro intrépidos viajeros que llevaban una botella de orujo a su abuelita. El camino, llamado " La carretera de la muerte", era un pequeño sendero que recorría las laderas de los profundos valles que dejaba en un puño el corazón de los viajeros. Acantilados, cascadas, vegetación tropical y paisajes infinitos les acompañaron durante el peligroso trayecto. Parecería una suerte, pues el resto de viajeros pagaban 80 euros para hacerlo en bicicleta. A ellos les costó sólo 2 euros, sentados en un cómodo "trufi" (furgoneta). La capital de Los Yungas, Coroico, apareció en lo alto de la ladera de la montaña, señora de las magníficas vistas del valle. Los viajeros notaron que el calor se les pegaba a la piel y se olvidaron del frío seco de La Paz. Con todas sus mochilas y bártulos, fueron recorriendo las estrechas y empinadas calles del pueblo y se encontraron una cholita negra. Nuestros amigos estaban hartos de ver cholitas, pero para los lectores que no lo conozcan, las cholitas son las mujeres del altiplano que van ataviadas con las típicas faldas anchas, con mantillas, dos trenzas largas y sombrero del tipo bombín. Lo sorprendente, pues, era que fuera negra, porque cerca de Coroico existe una importante comunidad afroboliviana.

Primero les indicaron que el camino a la abuelita era hacia las "Siete cascadas", así que para allá fueron. Cruzaron campos de coca, palmeras bananeras, plantas desconocidas y exuberantes. Las cascadas caían en medio del camino con una espectacularidad que dejó a todos atónitos. Sin embargo, a la tercera, la más alta, se dieron cuenta que el camino no llevaba a casa de la abuelita. Así que decidieron que al día siguiente lo volverían a intentar.

Esta vez nuestros protagonistas siguieron el camino que llevaba al cerro Uchumachi, que estaba a 2.500 m.s.n.m. El camino se adentraba en densos bosques tropicales, sombríos y húmedos llenos de seres peligrosos, como troncos atravesados o serpientes, con una vegetación tan densa que no permitía más que seguir por ese sendero. Una vez en la cima, nuestros amigos no vieron nada, pues la neblina cubría todo el paisaje, tampoco la casa de la abuela… Para sobrellevar la desilusión llegaron a una magnífica casa con piscina y un dvd en el que por fin pudieron ver una peli después de dos meses (encima salía Brad Pitt!).

Las señales guiaron a los viajeros a buscar la casa de la abuela en Sorata, pueblo en la falda de la Cordillera Real. Uno de los viajeros, que se hacía llamar Jesús, se agotó de tanto andar, así que dejó que los otros siguieran buscando mientras él se reponía. Los otros tres oyeron decir que la abuelita vivía en una cueva, así que se fueron a la Gruta de San Pedro. Caminaron durante tres horas y llegaron a un pequeño orificio por el que podían entrar a la roca. Una vez dentro, la cavidad se ensanchaba dando lugar a un amplio espacio que albergaba una laguna. Era tan grande que pudieron navegar en patinete por ella. Sin embargo, la abuela tampoco estaba allí. En la plaza encontraron al mago Lluís, la hada Elisenda y al pequeño duendecillo Jofre. Ellos los invitaron a intentar encontrarla en la orilla de la Laguna Chillata, situada en lo alto de la Cordillera, a 4.000 m.s.n.m. Los viajeros se animaron, junto con Alex y Jessica, alemán y chilena (y gol!), y esta vez sí que sufrieron la búsqueda! A pesar del esfuerzo, las increíbles montañas que se extendían a sus pies les serenaron el ánimo. En la orilla de la laguna sólo había dos carpas (tiendas) de montañeros. A lo largo del camino descubrieron que el mago, la hada y el duendecillo eran catalanes que vivían en La Paz, trabajando como cooperantes en diferentes proyectos. Los viajeros exhaustos se animaron tanto con la compañía y el maravilloso entorno que bajaron las montañas saltando como cabras campo a través. Alex y Jessica les dieron la idea de seguir la pista de la abuelita en el Lago Titicaca, donde confluyen las fuerzas positivas.

Así que recogieron al viajero rezagado y se marcharon a Copacabana, pueblito situado en la orilla del lago y en el hay la Virgen de la Candelaria, la más venerada en toda Bolivia. Como se olían que la abuela no vivía en aquel pueblo, se adentraron al lago hasta la Isla del Sol. Les contaron que en la cosmovisión incaica, el lago Titicaca era el origen del mundo, donde el dios creador Viracocha tuvo dos hijos, Inti (Sol) y Killa (luna). Se dice que el primer inca, Manco Kápac, era hijo del dios Inti y vivió en la Isla del Sol. Como Manco Kápac, sufrieron la terrible subida por la escalinata inca desde la playa hasta la comunidad Yumani, en la que se quedarían a dormir. Las vistas del lago, las puestas de sol, los campos en terrazas incas, en definitiva, toda la tranquilidad y energía que les transmitía la isla les dio fuerzas para recuperarse de su largo viaje y seguir con la búsqueda. Empezaron a recorrer la isla por un sendero que seguía la costa, en medio de cultivos, de montañas de piedra blanca, de playas, de otras comunidades… hasta llegar al Laberinto Chinkana, antigua construcción inca donde almacenaban alimentos. De nuevo, la excursión entusiasmó a los viajeros, pero parecía que la abuelita no estaba allí. Bajo la mágica luz de lago, nuestros amigos se dieron cuenta que lo que más les estaba gustando eran las caminatas y descubrir cosas nuevas, así que decidieron beberse la botella de orujo a la salud de la abuelita y seguir su aventura por el Perú. Y colorín colorado, este cuento ya se ha acabado.











domingo, 8 de marzo de 2009

Valéis un Potosí!



El de hoy podría considerarse un artículo resumen de Bolivia. Os hablaremos de las tres ciudades en las que hemos estado: Potosí, Sucre y La Paz.

Potosí es la ciudad más alta del mundo, a 4.300 m.s.n.m. El oxígeno escasea, por lo que nos costaba respirar cada vez que hacíamos el más leve esfuerzo. Esta ciudad puede resumir lo que fue la colonización española en América Latina. Las calles se han trazado alrededor del Cerro Rico, una montaña en la que las galerías forman un laberinto en el interior en busca de la plata, estaño, zinc u otros minerales. En el pasado colonial, la extracción de la plata fue la actividad que hizo que Potosí se convirtiera, junto con Londres, en la ciudad más poblada del mundo a mediados del siglo XVII. Este esplendor y riqueza tiene otra lectura, pues supuso el trabajo forzoso de miles de originarios que perdían su vida dentro de la mina. A lo largo de la historia, la mina del Cerro Rico de Potosí se ha cobrado ocho millones de vidas. El gran sueño potosino se terminó cuando la plata empezó a escasear en el cerro, momento en el que se apreció más la decadencia de esta ciudad. Terminaron los lujos y la opulencia y de todo eso solo quedó el decorado arquitectónico: las casas coloniales, la Casa de la Moneda, los ingenios… Sin embargo, hoy en día la mina sigue su actividad productiva a unos niveles mucho menores extrayendo otros minerales y en busca de la añorada veta de plata. Las condiciones de trabajo siguen siendo casi como antaño: turnos de hasta 24 horas, falta de seguridad laboral, uso de dinamita de manera poco rigurosa para las perforaciones, niños de hasta 10 años trabajando… Podríamos seguir explicándoos todas estas barbaridades, pero creemos que un retrato más fiel es la película “La mina del diablo”, de Kief Davidson y Richard Ladkani, que os recomendamos profundamente.

Desde Potosí, la ciudad más alta del altiplano, fuimos a Sucre, ciudad situada en “los valles”. Bolivia se divide en tres grandes zonas: el altiplano, los llanos y la zona de transición entre ambos, los valles. El altiplano forma parte de la cordillera andina, por lo tanto hablamos de más de 3.500 metros de altitud. Los llanos se sitúan al este del país en la frontera con Brasil, por lo que se trata de una zona más tropical. Los grandes contrastes, también a nivel paisajístico, caracterizan este país. Se dice que en Bolivia se pueden encontrar todos los ecosistemas de América Latina. Lamentablemente en nuestro viaje no tenemos el tiempo para poder descubrirlos todos.

Sucre, la capital del país, es una ciudad colonial, relativamente pequeña (unos 300.000 habitantes) y “muy mona”. La mayoría de las casas del centro están perfectamente blanqueadas y las calles nos parecieron más limpias que en otros sitios. Se percibe claramente la gran oposición al gobierno de Evo Morales, que se percibía en el ambiente e incluso en los establecimientos comerciales, que exhibían pegatinas y carteles. A pesar de ser la capital del país, sólo se encuentra en ella el poder judicial, mientras que el ejecutivo y el legislativo están en La Paz. Es ya histórica la reivindicación en Sucre de capitalidad plena. Como en muchas capitales de país, y aún más con la situación económica de Sucre, en ésta ciudad se concentra un grueso importante de clase media. Igual que en todos los paises del mundo, la clase media, como la clase alta, no es adicta al cambio social y político.

En Sucre nos encontramos con Edurne, nuestra compañera de tour salado. Completamos el sector euskaldun conociendo a Larraitz y Garikoitz, que llevan ni más ni menos que 8 meses viajando por el mundo. Podéis conocer su aventura en www.jiratabira.blogspot.com.


Nuestra siguiente parada tenía que ser Cochabamba... a la que nunca llegamos. No había billetes, así que agarramos un bus a Oruro. Nos habían dicho que era tan bonito como Martorell, pero ni eso llegamos a averiguar. Sin saber ni querer, nos encontramos a las 4 de la madrugada escupidos en medio de la carretera en las afueras de la ciudad. Decidimos huir de Oruro y seguir rumbo a La Paz. Son cosas que pasan...

La Paz es una gran ciudad situada en un ancho valle, coronada por el cerro Illimani. A medida que ha ido creciendo se ha convertido en un valle de ladrillo: prácticamente mires donde mires ves casas subiendo por la ladera de la montaña. Zaplana estaría contento con el urbanista municipal! Sus calles se convierten en ríos de gente, taxis y puestos de toda clase. Puedes encontrar todo lo que te propongas en estas pequeñas tiendas de la calle, desde papel higiénico a fetos de llama disecados. Incluso te preparan un litro de zumo de frutas riquíssimas por medio euro!

En este escenario conocimos a Andrés, amigo de Varo, nuestro contacto en Venezuela. Andrés, o Mex, como queráis llamarlo, es un periodista argentino que sigue su periplo en La Paz, después de pasar 3 años en Caracas. Los sábados por la noche conduce un espacio radiofónico en Radio Patria Nueva (la radio estatal!) llamado "Mates y coca", dónde pone música del mundo y habla de ella o de lo que quiera. Nos invitó a pasarle algo de nuestra música, pero la sorpresa fue nuestra cuando nos dijo que haríamos el programa con él y Anthony, un técnico polifacético. Y así nos tenéis en antena hablando para todo el país sobre Catalunya, del andalúz, escuchando y hablando de Desembre y mucho más. Salimos de los estudios eufóricos, emocionados y todo de adjetivos en la línea. Para celebrar nuestra recién estrenada fama, nos fuimos de rumbas a un boliche. Y luego, qué pasó? (si alguien lo sabe que nos cuente).

Cerca de La Paz se encuentra el yacimiento arqueológico más importante de Bolívia: Tihuanaku. La cultura Tihuanakota existió entre el II a.C. y el XII a.C. Su extinción es un tanto misteriosa, pues la civilización desapareció en poco tiempo. Algunas teorías afirman que una sequía obligó a los tihuanakotas a emigrar, otras incluso llegan a defender que era un pueblo extraterrestre que regresó a su planeta (no sabemos si por Navidad!) o que procedían de la perdida Atlántida. Su desaparición coincide con el auge de la cultura inca, que bebió de la avanzada civilización Tihuanakota. A pesar de ser un sitio arqueológico tan importante nos sorprendió el estado de conserevación del mismo. Queda mucho por hacer. Se conoce la existencia de la pirámide Akapana, de 19 metros de altura, que aún está en proceso de excavación (y lo que le queda!). Lo mismo ocurre con el templo Puma Punku, el más grande de todo el yacimiento. Tuvimos que hacer un gran ejercicio de imaginación!