Primero les indicaron que el camino a la abuelita era hacia las "Siete cascadas", así que para allá fueron. Cruzaron campos de coca, palmeras bananeras, plantas desconocidas y exuberantes. Las cascadas caían en medio del camino con una espectacularidad que dejó a todos atónitos. Sin embargo, a la tercera, la más alta, se dieron cuenta que el camino no llevaba a casa de la abuelita. Así que decidieron que al día siguiente lo volverían a intentar.
Esta vez nuestros protagonistas siguieron el camino que llevaba al cerro Uchumachi, que estaba a 2.500 m.s.n.m. El camino se adentraba en densos bosques tropicales, sombríos y húmedos llenos de seres peligrosos, como troncos atravesados o serpientes, con una vegetación tan densa que no permitía más que seguir por ese sendero. Una vez en la cima, nuestros amigos no vieron nada, pues la neblina cubría todo el paisaje, tampoco la casa de la abuela… Para sobrellevar la desilusión llegaron a una magnífica casa con piscina y un dvd en el que por fin pudieron ver una peli después de dos meses (encima salía Brad Pitt!).
Las señales guiaron a los viajeros a buscar la casa de la abuela en Sorata, pueblo en la falda de la Cordillera Real. Uno de los viajeros, que se hacía llamar Jesús, se agotó de tanto andar, así que dejó que los otros siguieran buscando mientras él se reponía. Los otros tres oyeron decir que la abuelita vivía en una cueva, así que se fueron a la Gruta de San Pedro. Caminaron durante tres horas y llegaron a un pequeño orificio por el que podían entrar a la roca. Una vez dentro, la cavidad se ensanchaba dando lugar a un amplio espacio que albergaba una laguna. Era tan grande que pudieron navegar en patinete por ella. Sin embargo, la abuela tampoco estaba allí. En la plaza encontraron al mago Lluís, la hada Elisenda y al pequeño duendecillo Jofre. Ellos los invitaron a intentar encontrarla en la orilla de la Laguna Chillata, situada en lo alto de la Cordillera, a 4.000 m.s.n.m. Los viajeros se animaron, junto con Alex y Jessica, alemán y chilena (y gol!), y esta vez sí que sufrieron la búsqueda! A pesar del esfuerzo, las increíbles montañas que se extendían a sus pies les serenaron el ánimo. En la orilla de la laguna sólo había dos carpas (tiendas) de montañeros. A lo largo del camino descubrieron que el mago, la hada y el duendecillo eran catalanes que vivían en La Paz, trabajando como cooperantes en diferentes proyectos. Los viajeros exhaustos se animaron tanto con la compañía y el maravilloso entorno que bajaron las montañas saltando como cabras campo a través. Alex y Jessica les dieron la idea de seguir la pista de la abuelita en el Lago Titicaca, donde confluyen las fuerzas positivas.
Así que recogieron al viajero rezagado y se marcharon a Copacabana, pueblito situado en la orilla del lago y en el hay la Virgen de la Candelaria, la más venerada en toda Bolivia. Como se olían que la abuela no vivía en aquel pueblo, se adentraron al lago hasta la Isla del Sol. Les contaron que en la cosmovisión incaica, el lago Titicaca era el origen del mundo, donde el dios creador Viracocha tuvo dos hijos, Inti (Sol) y Killa (luna). Se dice que el primer inca, Manco Kápac, era hijo del dios Inti y vivió en la Isla del Sol. Como Manco Kápac, sufrieron la terrible subida por la escalinata inca desde la playa hasta la comunidad Yumani, en la que se quedarían a dormir. Las vistas del lago, las puestas de sol, los campos en terrazas incas, en definitiva, toda la tranquilidad y energía que les transmitía la isla les dio fuerzas para recuperarse de su largo viaje y seguir con la búsqueda. Empezaron a recorrer la isla por un sendero que seguía la costa, en medio de cultivos, de montañas de piedra blanca, de playas, de otras comunidades… hasta llegar al Laberinto Chinkana, antigua construcción inca donde almacenaban alimentos. De nuevo, la excursión entusiasmó a los viajeros, pero parecía que la abuelita no estaba allí. Bajo la mágica luz de lago, nuestros amigos se dieron cuenta que lo que más les estaba gustando eran las caminatas y descubrir cosas nuevas, así que decidieron beberse la botella de orujo a la salud de la abuelita y seguir su aventura por el Perú. Y colorín colorado, este cuento ya se ha acabado.