jueves, 18 de junio de 2009

Colorín colorao...

La otra historia empieza con nuestra llegada a Maturín, donde nos esperaba paciente y aburrido Luís Felipe, nuestro contacto del Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Nos llevó a la casita que sería nuestro hogar durante las próximas dos semanas, en las que impartimos el primer taller de Teatro del Oprimido. El segundo taller tuvo lugar en Merecure, una aldea al sur del mismo estado.

Maturín es la capital del estado de Monagas, al este del país, una ciudad de unos 700.000 habitantes. Se trata de un conjunto urbano extensísimo, pues la mayoría de la gente vive en casas de una sola planta por lo que se hace imprescindible el uso del automóvil como medio de transporte. Muchas de estas casas se ubican en urbanizaciones cerradas por muros y verjas, algunas de ellas con seguridad privada en los accesos. Sin embargo, hay muchos barrios de casas bajas con vida en las calles. En realidad, como en muchos otros países. Como podéis ver Maturín no nos cautivó por su encanto morfológico sino por las personas que conocimos y por las cosas que aprendimos.

En el primer taller, en Maturín, se formó un grupo de 12 personas y cinco facilitadores, es decir, nosotros y David, nuestro cámara extremeño con quien compartimos este último mes de viaje. Las edades de los participantes, así como la experiencia en teatro, eran muy diversas. La mayoría de ellos estaban vinculados a los Consejos Comunales en el ámbito de la cultura. Los consejos comunales son el instrumento de decisión y de gestión de las comunidades, unidades territoriales vinculadas a barrios. Desde el primer momento percibimos la motivación y entusiasmo hacia el método de teatro que les proponíamos. De 9 de la mañana a 4 de la tarde trabajamos duro para aprovechar la intensidad del taller al máximo. Durante la primera semana nos centramos en el desarrollo de las capacidades como actores a través de ejercicios y juegos de expresión corporal, de desarrollo sensorial, de improvisación e interpretación. Durante estos primeros días los compañeros fueron conociendo y despertando su propio cuerpo, todos sus sentidos, el cariño y colaboración con el resto de participantes.

En la segunda semana empezamos con el descubrimiento de las propias opresiones vividas y, a partir de ellas, se identificaron los temas que se dramatizarían en la pieza teatral. Se escogieron dos temas: violencia de género y abuso de poder. A partir de entonces se dividió el grupo en dos para trabajar ambos temas. A través de ejercicios se fueron sacando las obras, de cuatro escenas cada una, que planteaban una situación concreta sobre los temas identificados pero sin llegar a un final, cuestión que se dejaba para el público. El resultado se pudo disfrutar el viernes, día de la presentación de las obras, cuando se dio una nueva reflexión sobre las cuestiones y problemas planteados en las piezas teatrales a través de la intervención de diferentes personas del público en el lugar de algún personaje de la obra para intentar dar alguna solución o alternativa. Es muy importante ese momento porque los participantes comprenden de forma aplicada y global el método del teatro del oprimido. Este grupo se mostró muy satisfecho del taller y entusiasmado para seguir trabajando y reproduciendo el método.



Nos quedan sensaciones maravillosas de Maturín no solo por el descubrimiento de todos los compañeros del taller sino también por los buenos momentos vividos en nuestro hogar en compañía de Luís Felipe, Niurkys y Aldrin. Echaremos de menos los conciertos de guitarra, las largas conversaciones en las que las erres se convierten en eles, los repetidos platos de arroz, las arepas, los paseos, las horas muertas en el Complejo Cultural, el váter acolchado de Niurkys... en definitiva, os echaremos de menos!

De ahí nos mudamos a Merecure, a casa de Yaisy, directora operativa del ministerio de la Cultura en Maturín, que veía como los cinco parásitos invadían su dulce hogar. Yaisy vive con Alonso, su esposo, y sus dos hijas: Yaideth y Ayaineth, de ocho y tres años respectivamente. Merecure es una aldea de unas 200 personas, la mayoría niños. Se encuentra en el municipio El Libertador, en el sur del estados de Monagas, en medio de una inmensa llanura pobladas por búfalos y vacas.

Impartíamos el taller muy cerca de la casa y podíamos ir caminando hasta el local. Esta vez el grupo fue más reducido y, por lo general, menos comprometidos en la asistencia. El taller se desarrolló con la misma estructura que el de Maturín pero la variable participación nos obligó a amoldar algunas sesiones y ejercicios. Uno de los cambios más importantes fue que se trabajó con un sólo grupo y una única pieza teatral que planteó una situación de explotación y acoso laboral. A pesar de que en los ensayos la obra estaba menos madura que las del primer taller, el día de la representación salió chévere y más cómico de lo que hubiésemos imaginado. Y eso que el público era difícil, pues la presentación fue en un liceo (instituto) de Temblador con alumnos de entre 15 y 20 años. Cuando era el momento de reír, rieron a carcajadas, pero cuando había que intervenir también lo hicieron y muy bien. El espectáculo resultó todo un éxito.

A parte de Merecure tuvimos la oportunidad de conocer otras cosas: el pueblo de Uracoa y su río, en el que nos bañamos, la comunidad indígena de Los Barrancos de Barrancas, una noche de rumba en Temblador con algunos compañeros del taller, Ciudad Guayana y el río Orinoco, Arquímedes (no el matemático sino el hermano de Luís Felipe) y Gregory...

Nos despedimos de nuestro hogar en Merecure con el recuerdo de las risas y juegos junto de Yaydeth i Ayaineth, de Sebastián y Margarita (los perros de la casa), los buenos desayunos que nos preparaban Yaisy i Alonso, los ratos en la carretera haciendo cola (autostop) para ir a Temblador... Volvimos a Maturín para pasar el fin de semana, que fue de reencuentros y despedidas. Vimos de nuevo a Luis Felipe, Niurkys y Aldrin, además de otros amigos. La despedida fue la de Jesús, que se iba para Caracas el lunes. El cuqui andaluz se fue y es que este viaje ha llegado a su fin. El resto de la expedición solo se tomó unos días de propina pero ya regresó. Hasta aquí llega también este blog en el que hemos volcado experiencias, sensaciones, anécdotas e imágenes y que nos ha llenado de alegrías con vuestras visitas y comentarios, por ello, gracias. Y es que este verano ha terminado, dando paso a otro, el que entendemos como verano tradicional, pero distinto de otras veces. Estamos cerca de nuestras casas como otros veranos, pero no cerca nuestra gente, al menos de toda nuestra gente, que ahora se encuentra repartida entre aquí y allí o, cómo guste, allí y aquí. Da igual, ya no existe la distancia entre nosotros.

1 comentario:

  1. Bienvenidos!!!!!

    supongo que ahora estareis en el proceso de recolocar las emociones...mucho ánimo!! seguro que traeis las maletas llenas de anécdotas, experiencias y demás, lo bueno de todo ello es que no ocupa lugar físico y se queda con vosotros allá donde esteis.

    Beijinhos!!
    Lucía

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